Este mes de Julio del 2025 estuvo ligero en notas publicadas en parte porque me estaba exhausto de pensar cada semana en temas para escribir, en parte porque estuve viajando por Madrid, Houston, Montreal, Toronto, Niagara y Boston. Estos viajes fueron en su mayoría por trabajo, pero los de Canada y Boston por vacaciones. Revisando el último año casi sin falta he escrito un artículo por semana con muy contadas excepciones. Julio (no Iglesias el del meme o el cantante) es además el pico del verano y cuando más gente se va de viaje en el hemisferio norte a disfrutar de las vacaciones. Los amigos se ausentan para hacer viajes familiares, las iglesias se vacían y la actividad laboral decrece.
Estados Unidos es famoso por ser uno de los países industrializados del mundo desarrollado cuyos ciudadanos toman menos vacaciones, en mi opinión es testimonio de su productividad y de su cultura orientada al comercio. Sin embargo, tomar vacaciones y el ocio productivo también es necesario para replantearse que es lo que uno está haciendo y de recoger nuevas ideas. Como el fin de año donde nos llenamos de resoluciones y planteamos objetivos, este periodo más bien es tiempo de ver cosas nuevas, aburrirse un poco y reevaluar si lo hecho en la primera mitad del año funciona o no. A diferencia del fin de año donde hacemos resoluciones nuevas estamos en modo de revision de las resoluciones hechas y ver si se están cumpliendo o no. Por ejemplo, me había planteado leer un poco más y ver menos series de televisión. Lo contrario ha pasado, he leído un poco menos y he visto demasiada televisión o mucho internet en esta primera parte del año.
Leía en el New York Times que alguien había compilado una lista de 3599 libros que había leído a lo largo de más de sus 96 años de vida, donde se habían añadido no solo la lista y la fecha de la lectura, sino también un comentario de sus impresiones de la lectura. Interesante, pues desde el 2024 llevó una lista de cosas que leí a lo largo del año, y en total han sido unos magros 24 libros. Muchos como audiolibro, pero no importa el medio, al final algo que consideraba un gran mérito personal. Sin embargo, ante la lista que había desarrollado esta persona, mis resultados personales son irrisorios, pues en 30 o 40 años que me quedan de vida en el mejor de los casos, habré leído a duras penas una tercera parte de lo logrado por esta otra persona. Podré leer quizá más de 1000 libros en una vida, tal vez más, pues recién empiezo la lista y no incluye lo que pude haber leído en los primeros 45 años desde que aprendí a leer, esta lista en mis cincuentas es un gran mérito. Dudo que haya leído anteriormente con tanta dedicación como lo hice este año y no creo que pueda mantener a lo largo de los años este ritmo. Leer tanto no es solo una métrica de vanidad o de superación personal. Como decía alguien en algún Substack que lei la semana pasada y que no logro encontrar la cita, leer es como amueblar la mente.
Buscando la fuente de la cita, me encuentro con una frase que usaba John Locke con respecto a amueblar la mente, “Reading furnishes the mind only with materials of knowledge; it is thinking that makes what we read ours”; traduzco, “Leer amuebla la mente con materiales de lectura; es el pensamiento que hace nuestro lo que leemos” Y yo añadiría que la escritura fija y moldea lo que pensamos. Esto último es algo que he descubierto este último año que he escrito una vez por semana, en promedio, sobre temas que he estado pensando durante años y que se han fijado aún más desde que lo escribo, reflexiono y comparto con quienes me quieran leer. Descartes decía, pienso luego existo, yo añadiría pienso, luego existo; escribo y vivo lo que pienso. He de confesar que solo he escuchado la frase citada, pero es un autor más de los clásicos que no lo he leído aún. Esta es la otra revisión a la meta de amueblar la mente con lecturas y escribir, enfocarme a dedicar un poco más de tiempo a leer directamente libros clásicos y no depender de terceros que lo hagan para aprender verdades universales.
Umberto Eco, que alguna vez lei su novela el “Nombre de la Rosa” y traté de leer “el Péndulo de Foucault” pero que dejé abandonado sin terminar de leer, quien sabe por qué razones de mi juventud, tiene una anécdota muy citada por muchos. En un documental (2022) que le hicieron, le preguntaban si había leído toda su biblioteca personal que contaba con algunos miles de volúmenes. A lo cual respondió que no, que tener libros es como los botiquines de medicinas. Usualmente los tenemos llenos con todo tipo de ungüentos, vitaminas y fármacos que no necesariamente hemos probado o que vayamos a consumir inmediatamente, pero que hemos ido acumulando, bien sea para tomarlos de a poco o cuando tengamos malestares que resolver. En mi caso, mi biblioteca personal acumula volúmenes que no necesariamente he leído pero que he adquirido con el pasar del tiempo y que me sirven de referencia cuando hay temas que quiero escribir o simplemente revisar y citar. Es algo que siempre explico a quienes la han visto y que trato de explicar, sin mayor éxito a mi esposa, que me cuestiona por qué gasto o mantengo tantos libros que van de arriba para abajo en la casa o cuando nos mudamos. Aún tengo muchos por leer y pendientes en las repisas, pero son literalmente un botiquín que puedo acceder cuando hay alguna necesidad para citar o surge alguna preocupación existencial o un tema que tal vez no había pensado con detenimiento o simplemente cuando las ideas me asaltan en mitad de la noche. Otros escritores famosos que admiro con grandes bibliotecas incluyen Mario Vargas Llosa, recientemente fallecido y que donó su biblioteca a la municipalidad de Arequipa poco antes de fallecer, o Arturo Perez Reverte que dice ser dueño de 32,000 volúmenes en su biblioteca personal. O simple y sencillamente bibliotecas personales que se volvieron bienes públicos como la del Real Monasterio del Escorial iniciada por Felipe II en el siglo XVI en pleno apogeo del imperio español y que tuve oportunidad de visitar en mi último periplo por Madrid. Un tesoro que nos permite adentrarnos un poco, solo leyendo su catálogo, en la mente de quien la acumuló originalmente.
Uno de los temas que me preocupa este año, es sobre la civilización occidental y la convocatoria que tengo pendiente con el Instituto Fe y Libertad para escribir e investigar sobre el tema. Hace poco leyendo algún Substack alguien recomendaba leer la obra Civilización de Kenneth Clark, que dio origen a una serie de la BBC de 1969. Lo curioso de dicho libro es que lo tenía en mi biblioteca personal, en edición relativamente antigua y pasta dura, y era un libro que lamentablemente no guardé el recibo de compra, como usualmente hago para seguirle la pista sobre donde lo adquirí, o hace cuanto tiempo lo tengo. Muy probablemente lo adquirí como libro usado pues la única pista que encuentro, aparte de lo desgastado que está, es que tiene en la primera página un sello de un sacerdote que ya falleció hace muchos años y que tuve el privilegio de conocer por casualidad por ser párroco de una iglesia a la que asistía hace un tiempo, el Padre Creedon. Muy probablemente cuando falleció, su biblioteca personal fue rematada en alguna feria de libros usados o puesto a la venta en alguna feria de la parroquia. Lo curioso es que falleció algunos años después de que lo habían reasignado a otra parroquia muy distante a la que usualmente asistía en aquella época. Tampoco recuerdo que haya sido un regalo personal de él, pues no lo recuerdo así, pero si me trae cierta nostalgia acordarme de este sacerdote que por cosas del destino conocí y me legó indirectamente este libro, quien sabe cómo y sobre un tema que no recuerdo haber conversado con él. Algunos le llamarán suerte o coincidencia, otros más creyentes le llamarán a esto inspiración divina. Quien sabe, pero definitivamente hay que leerlo y anotarlo, entre las cosas que estoy investigando.
Todas estas reflexiones para justificar mi ausencia, o mi admiración por las bibliotecas, pero también para empezar un nuevo ciclo de comentarios en este 2025-2026 que espero, esté menos cargado de temas políticos y más de temas económicos, culturales o literarios que siempre me gusta elaborar en este espacio y mostrar su conexión con temas como el florecimiento humano, o cuales son las raíces del atraso económico de Hispanoamérica, o la civilización occidental o cuales pueden ser historias interesantes que muestren que no todo es pobreza o subdesarrollo en la región, y qué podemos hacer para mejorar la condición humana de sus habitantes.